Andrea Barone, un italiano de 15 años, murió al caer 40 metros por un conducto de ventilación del shopping “Sarca” en Sesto San Giovanni, periferia de Milán, mientras intentaba obtener una “selfie” de riesgo, en la enésima página negra de una moda que causa muertes en todo el mundo
Según se reconstruyó, los vigiladores del lugar, alertados por una alarma que revelaba la presencia de personas extrañas en las escaleras externas del establecimiento fueron a verificar y se encontraron con «La muerte no nos da miedo, la miramos a la cara”, dice una de las publicaciones en Instagram del joven fallecido el sábado a la noche al pie de una fotografía en la que se lo ve en el techo de un edificio mientras mira al vacío
En otras tomas, el joven que era alumno de Instituto Montale de Cinisello Balsamo en Milán, posa junto a un amigo mientras está en el borde o sentado con los pies asomados sobre los techos de una casa. ”Era un chico bueno, alborotador y curioso, pero hacía a veces cosas sin lógica. Sé que solía subirse a los techos con frecuencia. No tengo palabras, perder la vida por una fotografía…”, dijo una amiga suya que junto a otros familiares y amigos visitaron hoy a los padres del menor muerto en Cusano Milanino, periferia milanesa.
“Lo extrañaremos”, agregó uno de sus primos, presente en el mismo lugar.
Una tendencia peligrosa
Arriesgar la vida para sorprender a amigos y “seguidores” con fotos y videos al límite, entre el vértigo del vacío o el hormigueo de las velocidades demenciales en autos y motos, cerca de abismos o sobre rascacielos, se volvió una tendencia potencialmente mortal entre muchos jóvenes de corta edad
Una verdadera búsqueda espasmódica de alguna toma conmocionante que pueda llegar a volverse “viral” en pocos minutos de una efímera fama, que parece ser el objetivo deseado
Hace pocos días en la provincia de Terni un adolescente de 16 años murió en el hospital después de ser embestido por su mejor amigo en un scooter mientras trataban de obtener la toma más jugada en el medio de la calle
En otro caso una jovencita húngara de 15 años falleció ahogada en una playa de Gallura, Cerdeña, cuando en compañía de una tía se subió a una roca a pico sobre el mar para obtener una selfie, donde una ola de siete metros la cubrió y la arrastró mar adentro. Terminó en tragedia el deseo de dos jóvenes artistas de circo veiteañeros que la primavera pasada querían inmortalizar una cascada en el Valle de Susa, Piamonte, cuando cayeron a las aguas heladas y uno de ellos pereció ahogado.
Más casos
Otro epílogo absurdo fue el de un niño de 13 años de edad en Catanzaro que fue arrollado por un tren cuando, según las reconstrucciones, pretendía sacarse una “selfie” parado en las vías con el convoy de alta velocidad llegando detrás suyo.
La “fiebre” por las selfies no se detuvo ni siquiera ante la tragedia de una mujer que perdió una pierna tras ser golpeada por una formación en la estación de trenes de Piacenza: un joven que se sacó fotos con su rostro en primer plano y este escenario como fondo debió ser obligado por la policía ferroviaria, en medio de protestas, a borrar las tomas de su smartphone. Un sondeo de Skuola.net demostró hasta que punto el mundo de las “selfies” extremas se asocia a la descarga de adrenalina y a la popularidad entre los más jóvenes
Sobre una muestra de cuatro mil estudiantes, el 18% admitió buscar estas fotos para probar sensaciones fuertes y otro 10% dijo que se puso en riesgo de algún modo sintiéndose “obligado” por su grupo de compañeros para cometer algún tipo de acto insensato.